Fazenda de la Esperanza

Las Fazendas de la Esperanza son “islas” de Esperanza para el mundo, comunidades donde el Evangelio se vive en forma radical y eso transforma nuestras vidas.

¿Cómo ocurre la recuperación en la Fazenda de la Esperanza?

La Fazenda le da la bienvenida a cualquier persona que desee libremente recuperarse de drogas, alcohol y muchos otros tipos de adicciones.

El interesado en un cupo debe enviar su solicitud de ayuda a la comunidad más cercana a su hogar y recibirá explicaciones del proceso y las reglas a seguir.
Es necesario ingresar a un proceso educativo de 12 meses para comenzar una nueva vida. La condición para el éxito en este proceso es el deseo de abandonar las adicciones. La búsqueda de la recuperación es personal. Para ayudar a conquistar la libertad hay un estilo de vida bien definido en la comunidad. El programa de recuperación se basa en procesos pedagógicos como aprendizaje de trabajos, convivencia comunitaria y adquisición de valores espirituales.
Es importante resaltar que la participación de la familia es fundamental en el proceso de recuperación y, por eso, ella debe estar en sintonía con la pedagogía ofrecida por la Fazenda.

Los pilares de nuestra propuesta

Nuestra propuesta de conversión y cambio de vida está basada en 3 aspectos:

  • Convivencia: tenemos como característica el ser familia, que se manifiesta en la convivencia fraterna y en la acogida.
  • Trabajo: el trabajo en familia es deber de todos y es una fuente de autoestima y autosustento.
  • Espiritualidad: vivimos la espiritualidad del Evangelio con radicalidad, comunicando unos a otros las experiencias.

Testimonios

Los testimonios de cambio de vida son una enorme riqueza de nuestra familia, son una fuente de esperanza concreta. Si ellos, con la ayuda de Dios, pudieron... ¿por qué no habría de poder también yo? Compartimos aquí algunos testimonios tomados del libro “Prohibido Frenar”.

Testimonio de William Hernando Castillo Rodríguez


Una oportunidad de recomienzo - Rómulo
El papa Francisco cuenta que, una vez, quedó impresionado con la actitud de un fraile capuchino que lo buscó para pedirle ayuda exponiéndole el siguiente problema: “Yo perdono mucho y, a veces, siento escrúpulos por haber perdonado demasiado”. Después de una larga conversación, Francisco le preguntó qué hacía cuando estos sentimientos venían. Él respondió: “Voy a nuestra capillita, delante del sagrario y le digo a Jesús: ‘Señor, perdóname porque perdono demasiado, ¡pero fuiste Tú quien me dio el mal ejemplo!” Para todos, como dice el Papa Francisco: “Llega un tiempo en que usted necesita ser comprendido, ser cuidado, ser curado y perdonado. Usted tiene necesidad de volver a levantarse y retomar el camino”. Lo más importante en la vida de cada hombre y de cada mujer no es nunca caer a lo largo del camino, sino de levantarse siempre y no quedarse en el suelo lamiendo las heridas. El Señor de la Misericordia perdona siempre, ofreciéndonos la posibilidad de recomenzar siempre. En cualquier situación o caída, siempre es posible levantarse, pues mientras estamos vivos podemos recomenzar si permitimos que Jesús nos abrase y nos perdone.

"Nací en medio de una familia humilde, tradicional y con principios católicos. Crecí en un ambiente saludable, pero sin una estructura espiritual. Tenía muchos conflictos y sentimientos de inferioridad que, poco a poco, me llevaron a buscar en las drogas una falsa felicidad. Tenía una ansiedad descontrolada, muy temprano conocí la prostitución. En la tentativa de llenar el vacío interior y mis carencias buscaba los placeres, a toda costa. Con 13 años de edad ya era compulsivo por el sexo y las drogas. Comencé con el alcohol y llegué al crack. Esto duró unos quince años.

A pesar de todo esto, tuve conquistas, trabajé, hice un curso superior y me convertí en un empresario. Me casé por la primera vez y tuve un hijo, pero las drogas destruyeron mi matrimonio. Me volví a casar y tuve mi segundo hijo, una hermosa niña. Esta relación también terminó debido a mis vicios. Después de tanta desesperación, pérdidas y ya involucrado con el tráfico, comencé a mostrar signos de debilidad y a buscar ayuda en religiones, grupos y terapias. Pero nada encontraba, sólo aumentaba el vacío en mi corazón. Este vacío me llevó a intentar quitarle la vida a otras personas y también la mía, varias veces, pero Dios siempre me protegió como un padre lleno de amor y misericordia.
Mi familia sufrió mucho con mi estupidez, grosería, violencia y crisis de abstinencia. Conocí la Fazenda de la Esperanza y acepté la propuesta de la recuperación. A lo largo del proceso comencé a ver mis errores, fui descubriendo valores y lo importante que era para Dios y las personas. Aprendí a tener intimidad con Dios, conocí el Amor y decidí cambiar de vida. No fue fácil, pero perseveré por un año en esta propuesta. Fui reconquistando el respeto y la dignidad, recomencé con mi familia y con mi esposa Talita retomando nuestro matrimonio. Dios me regaló aún otra hija, fruto de una relación que había tenido en el pasado y del cual asumí la paternidad. Dios fue extremadamente misericordioso conmigo.
Como padrino de la Fazenda, participé de misiones, de apertura de nuevas unidades, fui responsable de Fazenda. Fuera de la Fazenda, Dios colocó una cosa que me ayudó todavía más a permanecer firme por este camino, el GEV, Grupo de Esperanza Viva, en donde busco vivir mi identidad y ayudar a otras personas que también sufren con la enfermedad de la dependencia química en sus familias.
Actualmente, viviendo en Picos (Piauí), mi ciudad natal, vivo la Esperanza. Comenzamos a visitar un centro penitenciario masculino, João de Deus Barros, un sistema precario y sin ninguna seguridad. En medio de esa realidad, con más de 400 detenidos, nació un Grupo Esperanza Viva (GEV San Juan de la Cruz). Incluso en medio de muchas dificultades, nos dimos cuenta que era la voluntad de Dios, di mi sí y otros también. Cada mes participamos de la misa en los pabellones del presidio con nuestro obispo.
La vivencia del Evangelio genera frutos. Hoy, los jóvenes que están en el régimen progresivo o semiabierto pueden concluir su tiempo en las Fazendas de la Esperanza de Itainópolis y Oeiras, ambas en Piauí. Todos los internos reciben mensualmente las Palabras de Vida diaria de la Fazenda de la Esperanza y la mensual del Movimiento de los Focolares. Es una explosión de amor para aquel lugar sombrío. Hemos conseguido algunos proyectos sociales para la penitenciaria como curso de guitarra y recursos para el deporte. Soy una persona feliz y agradecida a Dios por haber tenido tanta misericordia conmigo".

Rómulo

Una misericordia que alienta al perdón - Gabriela
En la medida en que nos acercamos a la misericordia de Dios, tanto más reconocemos nuestras fragilidades. Esto nos ayuda a mantener en el corazón la memoria de dónde venimos, de nuestra realidad y de nuestra nada, además de que, quien piensa en sus propios límites y miserias no es capaz de arrojar piedras, porque se reconoce como un pecador necesitado de perdón. La misericordia es un sentimiento profundo que se expresa en la ternura y en la compasión y que anima a perdonar a los otros, así como Dios Padre nos perdona. Perdonar es el camino para experimentar una gran libertad interior y cambiar de vida. En el perdón existe una gracia liberadora. “El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza”.

"Mi madre vino del nordeste para probar vida en San Paulo, sin embargo, este esfuerzo no fue exitoso. Quedó embarazada de mí, pero criar a un niño en un prostíbulo era difícil y terminó por llevarme a un hogar cuando yo tenía tres años. Ella volvería a buscarme cuando mejorase su situación de vida. El ‘tío’ del hogar abuso de mí cuando yo tenía 9 años y me escapé a la Cracolandia. Pasé seis años en esta vida e hice muchas cosas equivocadas porque necesitaba sobrevivir.
Tenía odio por los hombres, incluso de Dios que, para mí era hombre y permitió que abusasen de mí. Encontraba que este Dios, que yo imaginaba como hombre, también me lastimaría. Yo nunca paré para escuchar lo que hablaban de Él, nunca conocí su Palabra, sólo tenía temor de Él.
Contraje una deuda con un traficante y no tenía cómo pagar. Tuve que envolverme con él y después regresar nuevamente a la calle. Descubrí que estaba embarazada. Intenté de todo para abortar ese niño. Me enfrentaba con la policía y colocaba mi barriga para que ellos me lastimaran. Sin embargo, mi vientre continuaba creciendo y cada vez que yo despertaba en la calle, ella estaba más grande. Yo no entendía eso. Cuando sentí los dolores, fui a un hospital de monjas, el Amparo Maternal, en San Paulo. El niño nació y lo dejé allí. Hui del hospital para la calle, pero las piedras de crack que yo usaba ya no tenían el mismo sabor como las que fumaba antes de tener a mi hijo. Quedé destruida.
Un día yo estaba acostada, muy drogada, con una manta encima, en la calle, y vi un zapato negro. Era una religiosa ofreciéndome ayuda. Pensé que estaba loca por estar en ese lugar. Me habló de la Fazenda de la Esperanza. E insistió mucho. Yo la trataba muy mal y me resistí durante ocho meses porque no creía en ese amor. Ella me hablaba de Dios y yo no tenía interés por conocerlo. Ella continuaba diciendo que Él tenía un proyecto para mi vida, que Él me amaba. Sólo que yo estaba con tanto desamor que no me interesaba quién era Él. Yo no entendía como algunos tenían familia y yo no, por qué yo vivía en la calle y otros, no. Si Él era Dios, si Él era bueno, ¿por qué yo sufría tanto? Tenía dificultad con Él. Todo el mal que yo podía hacer para destruir al ser humano, lo hacía porque no creía en Él.
Y fue cuando comencé a sentirme acogida y amada por esa religiosa y, en ese estado, acepté venir a la Fazenda de la Esperanza.
Mi proceso de recuperación fue muy difícil porque yo no me aceptaba como Gaby, como alguien en quien el Padre Dios había pensado. En los momentos de adoración que teníamos frente al Santísimo, yo siempre estaba distante porque no me sentía digna, me sentía una basura, muy sucia para llegar cerca de Dios. Yo no me sentía perdonada por Dios. Yo siempre escuchaba hablar que el perdón era la base de la recuperación y yo tenía muchas ganas de perdonar a mi mamá. Básicamente, todo este comportamiento negativo en la Fazenda era para librarme de este peso. Yo no lograba perdonar a mi madre porque yo la culpaba de todo lo que había sucedido conmigo. Yo la juzgaba, pero acabé siendo igual a ella. Un día, quien dirigía la adoración pidió para mirar a Jesús Eucaristía. Y yo miré hacía Él. Fue cuando sentí que Dios me perdonaba, me aceptaba de la manera como yo estaba, pecadora, caída. Y yo le decía a Dios que sólo necesitaba de una oportunidad, de un recomienzo, de una nueva oportunidad. Y pedí poder perdonar a mi madre porque no aguantaba más sufrir. Y entendí que estaba repitiendo su historia. Y Dios me devolvió a mi hijo, porque yo creo que fue Él quien me lo dio después de un año que yo lo había abandonado. Tuve muchas dificultades para convivir con mi hijo porque él trajo mi pasado a flote. Sufrí mucho, pero la misericordia de Dios por medio de la Fazenda fue grande, me amó y me enseñó a ser madre. Hoy, Dios me dio la gracia de ser ministra de la Eucaristía, y yo me admiro de su misericordia porque yo me pregunto cómo una mano que hizo tantas cosas erradas, hoy puede tener la oportunidad de dar Jesús Eucaristía a los demás.
Yo sé que Dios me quiere porque Él es un Dios de amor. Siempre me recuerdo de cómo fue Jesús con María Magdalena. Si ya son once años que estoy de pie, en sobriedad, cuidando de mi hijo y ser responsable de una Fazenda, es justamente porque tengo esta unión con Dios. Aprendí a ser amiga de Dios. Quiero vivir lo opuesto al mundo, ser cada vez mejor. Sé que Él es capaz de llenar mi corazón, me va proteger. Yo soy fruto de su misericordia y estoy eternamente agradecida por su infinita misericordia. Soy madre, cuido de mi hijo, él es feliz, vive conmigo en nuestra casita en la Fazenda.
Me siento feliz con que otras jóvenes comprendan lo que significa la gracia de ser madres, y aceptar la misericordia de Dios y dar la vida por otras personas”.

Gabriela

Un abrazo de reconciliación - P. Vinicius Gouveia

La parábola del Padre Misericordioso o del Hijo Pródigo es el retrato de la Misericordia infinita de Dios. Él es un Padre lleno de amor que acoge, con alegría, a cada uno de sus hijos que, reconociéndose pecador, vuelve a la casa paterna. El Padre misericordioso no permite, ni siquiera, lamentar el error cometido. Él perdona y cubre de amor la vergüenza del pecado. El don de la acogida es un aspecto de la Misericordia y una de las “cualidades” de Dios. Sobre esto escribe el Papa Francisco: “Dios es un Padre celoso, atento, pronto para acoger a cualquier personas que dé un paso o que tenga el deseo de dar un paso en dirección a la casa”. La expresión de la misericordia es la alegría de la fiesta por el que regresa. El Sacramento de la confesión, de forma especial, es la oportunidad de experimentar el abrazo del Padre Misericordioso. Es fuente de reconciliación consigo mismo y con Dios. Los sacerdotes, misioneros de la misericordia, son invitados a ser signos de misericordia y de perdón.

"A principios del año 1999, con 20 años, vivía con mis padres, cursaba el 4º semestre de Administración y participaba en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en Petrópolis (Río de Janeiro). En ese tiempo, Dios ya iba colocando en mi corazón el deseo de vivir totalmente para Él. En febrero del 2000, a través de fray Johannes, hoy obispo de Óbidos (Pará) conocí la Fazenda de la Esperanza, que estaba empezando en Teresópolis (Río de Janeiro).
La vida en familia, que encontré en la Fazenda, me marcó profundamente. Así, Dios hizo nacer los primeros signos de mi vocación al sacerdocio. En el Evangelio de San Juan 12, 24 está escrito: ‘Si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto'. A través de esta frase, entendí cómo vivir mi vocación al amor, debía ser ese grano de trigo que muere para generar la presencia de Jesús en medio, para construir familia.
Antes de la ordenación ya buscaba vivir un sacerdocio mariano, buscando generar Jesús con mi vida. Durante mi formación sacerdotal, vivía en la Fazenda de Tocantins y todos los días necesitaba viajar 65 km de ida y otros 65 km de vuelta. Personalmente, había tomado una decisión, que era la de morir en las pequeñas decisiones para generar Jesús, en la Fazenda, con los voluntarios y en el seminario. Las pequeñas muertes diarias hacían siempre más nacer en mi corazón una gran alegría. En ese tiempo, hice un trato con Dios de siempre amarlo en primer lugar. Muchas veces, yo estudiaba para una prueba importante y un joven me pedía conversar, entonces dejaba de estudiar, hacía un vacío interior, escuchaba su comunión y después veía los frutos.
Una vez ordenado sacerdote, al servicio de la Fazenda de la Esperanza, busco con mi vida, ser ese grano de trigo que muere para generar Jesús. Jesús en medio es el gran Tesoro que encontré en la vida en familia, en la Fazenda de la Esperanza. Generar Jesús con la vida durante el día; en el trabajo, en la vida fraterna, en el futbol.
Como sacerdote, la mayor gracia que puedo ofrecer a los otros, es la confesión. Ser un canal del amor de Dios, de su bondad, de su perdón es el más grande regalo de mi ministerio. Puedo ser testimonio de la misericordia de Dios en cada confesión que escucho. Otro regalo es el poder ofrecer a Jesús presente en la Eucaristía, durante la misa a los jóvenes de la Fazenda. Él nos hace experimentar la alegría y la libertad".
P. Vinicius

Nuestra Familia

La “Fazenda”, como abreviadamente nos llamamos, es mucho más que un lugar donde dejar las drogas. Es una gran familia con muchos miembros. Aquí queremos presentártela.

Familia de la Esperanza

Somos una Asociación Internacional de Fieles reconocida oficialmente por la Iglesia Católica, llamada Familia de la Esperanza, presente en muchos países.

Nuestra Historia

Como toda familia tenemos una historia. La nuestra es un bonito camino de la mano de Dios que comienza en 1983 en Guaratinguetá, cerca de São Paulo, en Brasil…

Fazenda de la Esperanza

Las Fazendas de la Esperanza son “islas” de Esperanza para el mundo, comunidades donde el Evangelio se vive en forma radical y eso transforma nuestras vidas.

¿Cómo Ayudar?

Personas de corazones generosos contribuyen de forma concreta con las obras de la Fazenda de la Esperanza. ¡Conozca las formas de ayudar en la construcción de nuevas vidas!

Grupos Esperanza Viva

Los Grupos Esperanza Viva (GEV) son grupos de personas voluntarias que quieren vivir el carisma en medio del mundo.

Documentación de Régimen Tributario Especial (ESAL)

Jurídicamente en Colombia somos una Asociación denominada Asociacion Fazenda da Esperanca, una Entidad Sin Ánimo de Lucro (ESAL) con NIT 900297600-9. Aquí presentamos toda nuestra documentación.

GEV

Grupo Esperanza Viva (GEV) “Santa Teresita del Niño Jesús”

Reuniones los jueves de 6.30 a 8.30 pm

Parroquia Cristo Rey
Calle 21 #3B-19 (Barrio Buenos Aires)
Florencia (Caquetá)

Contactos:
                        +57  320 274-2441
                        (Duverney)
                        +57 320 459-4528
                        (Luz Angela)

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